tisdag, juli 28, 2009

la piscina



Tengo treinta y cuatro años.

Son alrededor de las once hora portuguesa y me encuentro sentado en una tumbona frente a una piscina en cuyas aguas color azul cielo cómic relampaguean las incorpóreas luces y brillos de un sol cenital.

No podía dormir más.

Mi único atuendo son unos calzoncillos, también azules, y aún húmedos después de un baño con el que pretendía despejarme aunque no lo haya conseguido. Los goterones deslizan desde la cabeza hacia abajo tomando tierra a través de los pies mientras forman un charco opaco en esa mañana de domingo.

La casa está tranquila y vigilada por la canción “independence day” de Elliott Smith. El tema suena una y otra vez ajustando su ritmo al paso de las nubes altas y a la brisa de suroeste.

Tengo una buena resaca, aunque menor de lo esperado. Mis ojos cansados perciben el caos de la situación aunque mi cabeza no quiera atar cabos. En una mesa los restos de botellas vacías, vasos con líquidos de diferentes colores y restos de colillas se agolpan para no caer junto a bolsas de plástico llenas de hielo muerto y mierda variada de difuso origen. El estado de la superficie del suelo es de contenido similar aunque con un grado de adherencia y untuosidad mayor. Mi campo de visión también alcanza a percibir ropa tirada, zapatos volcados y tablas de surf abatidas por el desinterés.

Ver mi tabla tan triste y sola me hace recordar el baño de la tarde anterior en Cordoama, con ese sol cayendo hacia el oeste y esas olas encantadoras y hostiles al mismo tiempo, atlánticas, hermosas, tan diferentes de sus primas bastardas del mediterráneo.

El surf, después el pollo con patatas típico de la zona, la cerveza excelente, las risas, la despreocupación manifiesta, la ociosidad característica de la adolescencia pero extrañada desde hacía tiempo, las mujeres que pasan, las que charlan cerca, ese matrimonio portugués que discute poco disimuladamente en esa lengua tan triste y magnética, las horas que duran varias horas y las tardes que se precipitan en la oscuridad muy lentamente a finales de junio.

Estoy en calzoncillos porque no puedo entrar en mi habitación. No puedo entrar en mi habitación porque no he dormido allí. Me tuve que desplazar, formando un capullo con un edredón y el tallo de mis piernas, hasta uno de los sofás del salón. ¿Por qué? Porque a mi compañero de cuarto se lo ligó una argentina y necesitaron un lugar tranquilo donde explorarse de forma minuciosa. La chica, de veintipocos años y que parecía inocente y simpática, llevaba un tatuaje al final de la espalda con una interpretación del escudo de su país. No creo que conozca a nadie en mi vida dispuesto a tatuarse el escudo de España.

Hoy volvemos al mediterráneo, tan caluroso y ya asolado por el verano. Lo de anoche fue un fin de viaje brillante, surrealista por momentos y esperanzadoramente divertido. En septiembre seré padre por primera vez, así que ya no me van quedando muchas balas en el cargador. Cuando nazca mi niña la vida habrá dado otra vuelta de tuerca y veré lo que esconde la siguiente curva en la carretera. Probablemente, cuando me gire para mirar atrás ya no pueda ver esta piscina que habrá quedado tapada y muchos recuerdos seguirán descomponiéndose en este extraño proceso que seguimos los seres humanos. La paradoja de moverse entre la ilusión del futuro y el sentimiento de pérdida es una gran ancla atada a la cintura. Quizás también sea la gran cursilada.
Me pongo en marcha. Es momento de buscar un bañador, agarrar la tabla y buscar una playa con olas. Es momento de alimentar a la máquina.

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2 Comments:

Blogger io said...

Vaya!
Nunca he leído algo donde pudiera verte tanto... Es hermoso y sincero.

6:08 em  
Anonymous Anonym said...

queda claro que su munición escasea y resulta dificil hacerse a la idea de que su revolver no dispara más que en ocasiones contabilizadas.Siendo así exijo una de sus últimas balas para mi diana;¿acaso no merecemos el mapache y yo su compañía en Porto, viendo a NIN, cruzando el Douro y bebiendo a expuertas?...nos lo debes pistolero....
NANOSANTERIA-nueva religión de bolsillo

5:49 em  

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